Como
sabemos, la lengua es uno de los principales rasgos que nos identifica como
individuos y como miembros de una sociedad. Así mismo, es a través de ella que
podemos comunicarnos e intercambiar ideas con otras personas, pero no sólo
implica emitir frases gramaticalmente correctas, sino que va más allá de eso; aprender
a usar la lengua implica saber adecuarse al contexto o situación, utilizando
palabras y expresiones que vayan de acuerdo a estas características donde se
suscita el intercambio lingüístico.
Es importante que reconozcamos la
importancia que tiene el uso de la lengua y su gran influencia ante la
sociedad, pues es a través de ella que se reconoce la identidad geográfica,
sociocultural e individual de la persona.
A pesar de la gran diversidad
lingüística que existe en nuestro entorno, la mayoría de las veces solemos
criticar esas diferencias y etiquetar a una persona por su forma de hablar,
desvalorándola e incluso creándole prejuicios que pueden llegar a afectar su
identidad sociocultural.
No es justo criticar a una persona
por su forma de hablar, pues este tipo de actitudes pueden llegar a repercutir
gravemente la identidad de la persona ya que
en la mayoría de los casos, las personas que son criticadas por la
manera en que se expresan, la modifican puesto que prefieren ‘encajar’ y ser
’igual’ a los demás para ser aceptado como un miembro más en la sociedad.
Otro de los aspectos que
indudablemente influye en la manera de tratar a las personas por su manera de
hablar es el estatus social, pues tal como lo dice Carlos Lomas: “A menudo el
estatus privilegiado de una clase alta determina el aprecio y el respeto social
de las personas, de los estilos de vida y de los usos lingüísticos, mientras el
devaluado estatus de las clases bajas explica el menosprecio de las personas, estilos
de vida, usos lingüísticos y las culturas a las que pertenecen.”
Sin duda alguna lo que afirma el
señor Lomas es tristemente cierto, pues generalmente menospreciamos al que
pertenece a un estatus inferior al de nosotros y valoramos a quienes se
encuentran a “nuestro nivel” e incluso a quienes están sobre él.
Es muy triste la poca valoración que le damos
a la diversidad lingüística de nuestro entorno y a la vez es tonto, pues en
lugar de aprovecharla y aprender de ella, menospreciamos a todo aquel que no
hable o se comporte como nosotros, lo cual es absolutamente absurdo pues el
mundo está lleno de pluriculturalidad y diversidad en cualquier ámbito.
Ha llegado el momento de cambiar
la perspectiva que tenemos hacia las diferencias culturales, sociales y
lingüísticas de los individuos, pues no se trata de menospreciar al que habla o
piense diferente, se trata de aprovechar esas diferencias y ver de qué manera podemos
acogerlas en nuestra sociedad tan cambiante y diversa.
Ensayo de: Elizabeth Arias
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